viernes, 1 de septiembre de 2017

Eones de Neopreno

Regresar al corredor de la vida es lo que tiene, que allí todo puede suceder y es el lugar adecuado  para encontrar gatos y palomas. Desde hace días me pregunto si realmente estuve allí durante esas horas robadas al sueño, yo, de repente de vuelta y con todo lo que traen reencuentros de dos décadas, porque quienes nos negamos a no dejar de evolucionar pero alejados de tantos roles absurdos, tarde o temprano  nos volvemos a encontrar. Macero un relato en la marmita de este blog que huele ya a polvo estrellado, pero que regresa un septiembre más por aquello que se ha vuelto costumbre,como si forrara de nuevo los libros o sacara tras meses mi viejo estuche para mirar qué me falta.Es bastante posible que como aquella máquina de Zolktar, cuando vuelva a esa plaza del pueblo, el bar haya desaparecido y sólo quede un amasijo de hierros, un disco de Rod Stewart y un chaleco de un aspirante a rockero que emitía algún sonido gutural reivindicando su barrio castizo o boquerón. Una noche donde cerramos las horas con sonrisas vikingas y todos los dialectos posibles . entonces fue cuando el mundo que últimamente temblaba bajo mis pies, se volvió más real, pendulando del cobalto al cobre,alejada de amores cobardes que no te dejan brillar, que tintinean y languidecen al ritmo estridente que dice que el mundo es más  terrible aún. Entonces,  miras a tu alrededor y has vuelto a tener veinte años y desde allí compruebas que nada ha cambiado tanto,que a veces solo es cuestión de cambiar la marca de cerveza y matar sin gran aspavientos al que ha escondido en el subterráneo al verdadero DJ.