sábado, 20 de agosto de 2016

EL HOMBRE DE BARRO


En los trece laberintos del alma halló el resquicio de un eco que se había hecho pedazos.Había ido descendiendo los peldaños hacia un particular infierno en el que a veces sin saberlo le gustaba estar,aquello que denominan zona de confort.
A menudo ese lado se disfrazaba con muchos de los objetos inanimados que amamos porque nos recuerdan a alguien o algún instante de esos que queremos guardar y postergar lo máximo posible,pero sobre todo,guardar para recrear aquello que tanto nos deleitó,pero créeme pedazo de imbécil,nunca nada vuelve a ser como antes.La transformación llega una vez rasgado el sobre,abierto el regalo o escuchada por primera vez tu canción.Tampoco es malo,no es nada,simplemente es distinto.
Al igual que son diferentes  los escalones que pisas en esa búsqueda.
Y así andaba ella,en aquél laberinto buscando todas las diminutas esquirlas que quedaban de distintas épocas de su vida,aquellas que la llevarían a confeccionar a su hombre perfecto,porque se había dado cuenta de que si juntaba aquellos trocitos de distinto color y material,una vez unidas todas las piezas,el día que estuviera frente a él, sabría reconocerle.A él,a su particular hombre de barro.Sabía de un golpe certero que si no indagaba,de no ser así aunque lo tuviera enfrente,nunca le reconocería.Así,Marga pasó por los quince,los diecisiete,los veintiuno,los veintitrés y los treinta y cinco.Fue cogiendo,ensamblando y mezclando todo lo recopilado.
Empezó por el nombre de uno,el mes de nacimiento de otro,la estatura y la procedencia del tercero,la afición del cuarto y detalles banales del quinto.De esta forma,cayó en la cuenta de cómo se llamaría,de su posible aspecto.Al igual que lo hizo de su profesión y de su ascendente lunar; y así nació él,su particular hombre de barro.
Pasaron unos años,impares...otros hombres de paso,idas y venidas...y libros de todo tipo.Hasta que de repente,un  día impar de un año cualquiera y par, siendo éste capicua...apareció.Ella ya había perdido la cuenta de otoños bajo su espalda y casi estaba a punto de agotar sus esperanzas.
Ahora lo único que le preocupaba era  que no se le rompiera al doblar las esquinas y que aguantara las costuras y fisuras que ella había ido atesorando.
Todas las noches lo envolvía con sumo cuidado y lo volvía a guardar en su caja,por si acaso.De esta forma cada noche ,el sujeto regresaba a su particular tumba y lo hacía no de cualquier forma.Cuidadosamente envuelto en seda y perfumado,regresaba al infierno del abismo.Cada vez ella se detenía un poco más,acariciaba su rostro y le cogía de las manos con extrema dulzura.Pero al final,acababa en aquella espiral de días,guardado como cada noche en aquella obra de ingeniería plegable ,que ella subía hasta el altillo de su dormitorio en la nebulosa casi ritual de olor a lilas e   incienso;pues indiscutiblemente,ella prefería seguir durmiendo sola, dejando caer el libro de turno a los pies de la cama y nunca bajo ningún concepto,compartir sueños.
Desgraciadamente,todavía no hay cura para el exceso de confort ,así que allí sigue él,el hombre perfecto.Aguanta las horas esperando que llegue el día,sumido en su noche,con la esperanza de volver a aparecer con todas sus virtudes, sin ápice de defecto,para poderse quedar al menos un día fuera de su caja.Un día con su noche de cualquier día par,impar o de año bisiesto.

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