martes, 1 de diciembre de 2015

EL MAR DE LA LOCURA



Suplicaba salir a la luz, revoloteaba como una mariposa dorada cada vez que me sentaba con la mirada perdida adentrándome en el infinito de la nada. No le tenía miedo a nada, envuelta en su desnudez. Trepaba por mi garganta y resurgía en el eco de mi voz. De mi voz en alto, pero sobre todo en la del silencio. En la de los sueños que duermen cuando despiertas, o en aquellos que te convierten    en lenta y torpe cuando apenas sale un balbuceo o las piernas se te doblan porque no puedes vivir con los cuerdos. Vives en el país de Oniria y no lo puedes explicar.
Notas las miradas clavadas que te piden otra aleación, otro ritmo que no tiene musicalidad. Es el baile que no sabes bailar. Y te estremeces porque ya te da igual, no es algo que puedas planificar
Solo puedes esperar, pero sin prisa. Y abres los ojos, pestañeas  porque allí aparece como nunca le habías visto; con la mirada certera desvistiendo lo superfluo y sumergiéndote en el océano que hará que emerja otra ciudad, la que siempre quisiste construir.

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