miércoles, 4 de febrero de 2015

ATLÁNTIDA



Comenzar el descenso nunca es sencillo,pero al final el acceso a la playa reaparece como un gigantesco caramelo envuelto en celofán tras la puesta del sol.
Ya no queda nadie y empezamos a colocar todo el material.El suelo cruje bajo mis pies y la arena se ha convertido en una cubierta de chocolate crujiente al evaporarse el agua.Todo ocurre algunos días del mes y en cuestión de una hora nada más alejarse los últimos bañistas y dirigirse hacia el pueblo.Me encuentro cansada ,pero llevo tiempo recavando datos para acceder al lugar.Primero me hablaron de un misterioso pueblo del Norte ,luego que ocurría en la ciudad en una dirección remota más cerca que lejos de las dehesas y esta noche me han dado todos los datos cartográficos que faltaban.
Son las siete y media y las brújulas y relojes empiezan a girar a lo loco en todas direcciones,la Tierra se abre bajo mis pies en un oscuro pozo de negrura con destellos de luz en tecnicolor.Sólo queda el trocito de arena dura bajo mis pies que me sostendrá hasta que el abismo se vuelva a cerrar.Alargo el brazo entre la tensión y la emoción y consigo agarrar un objeto.
Me tambaleo ,pero consigo mantenerme en equilibrio y que el objeto no vuelva a su lugar de origen.La iglesia de los enamorados en el pueblo de Noel me observa con su boca encendida y los ojos plagados de destellos de locura.Solos,el mar y yo y un cielo de colores imposibles.

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