martes, 17 de junio de 2014

TASADOR DE SUEÑOS



Cuando caía la tarde sobre la bahía empezaba de nuevo. Recorría los tablones de madera que le llevaban más cerca del mar y se descalzaba hasta sentir aquella sensación que conocía tan bien.
Sacaba de aquella diminuta mochila roja todo su material.
El proceso era sencillo, pero no por ello menos especial.
Primero colocaba la cuerda, apenas visible, que sujetaba con las rocas más altas y donde las olas llegaban con menos facilidad. Después con pequeños clips iba colocando a la par que seleccionaba las distintas opciones. Tenía que ser frío y no dejarse llevar por sus propios deseos o preferencias , si no,aquello no tendría lugar y su oficio no tendría ya manera alguna de ser ni de materializarse.
Respiró, miró al horizonte y concentró su mirada mientras sus ojos se volvieron de cobre a la luz del sol.Olvidó al niño miope del helado de fresa, a la chica morena de la bici repleta de pegatinas, a la chica de ojos castaños y pelo rizado; y al hombre que cada tarde ,mientras colocaba el suyo en aquella cuerda ,en la que tendía uno a uno, olvidaba los suyos para fijar los de los demás, pues el suyo, tenía que ser rescatado y tendido a la luz del sol por otro ser.

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