jueves, 4 de abril de 2013


MARIPOSAS DE INVERNADERO

Dos por dos no son cuatro, pensé, ni existe el azul añil. Recuerdo mi cara ante el dependiente  cuando no supe qué responder..._Añil o magenta, ¿qué prefiere?_ y sólo atisbé a decir muy bajito...verde, lo quiero verde, por aquello de la esperanza ya que sólo buscaba  hilo mágico para coser  rasguños.
 Los veranos se esfumaron a la velocidad del rayo y un halo malicioso los pintó de negro betún, así que decidí sentarme a esperar. Así que tras muchas vueltas de tuerca, idas y venidas, esperar era mi mejor opción.
Con una vieja maleta sentada en la cuneta de una carretera cualquiera a ningún lugar ,me senté a esperar sin más;a escuchar los sonidos de los pájaros y todo lo que me rodeaba. La rebeca que colgaba de mi bolso en bandolera se cayó al suelo, así que miré por si acaso en busca de una señal, miré mis zapatos manchados de polvo y fruncí el ceño porque ni la moneda que tiré al aire me insinúo algo que yo pudiera interpretar y sirviera de alguna ayuda. Por el suelo tampoco había nada. Ni margaritas que deshojar, ni un triste palo que tirar y así decidir según lo lejos que cayera hacia dónde dirigirme. Nada, sólo yo mi vieja maleta de piel marrón y el sonido de mi eco, solos en ninguna parte en ningún rincón del mundo. Sólo interrumpidos por el leve sonido de algunas mariposas de colores que iniciaban un caminito de distintas tonalidades y bailoteaban en el aire surcando un campo plagado de amapolas del rojo más intenso.
Me dejé invadir por aquél embrujo de luz y color y no pude hacer menos que seguir aquél cortejo, aquella fiesta. Dejé mi pesada maleta y decidí seguirlas y unirme a ellas campo a través.
Adónde iban, no lo sabía pero me dejé envolver sin pensar y de pronto vi la señal...también hastiadas del invierno y con veranos febriles, ellas, las pequeñas mariposas... iban a buscar también su primavera.
 

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